lunes, 7 de enero de 2013

Osvaldo Lamborghini, una biografía


Osvaldo Lamborghini. Una biografía no sólo es una radiografía que desentraña y pone en contexto al hombre, al escritor y a su literatura. En su esfuerzo descomunal por contarlo todo, Ricardo Strafacce lee la obra del autor de El fiord como una encarnación de la Argentina misma. No hay biografía literaria que funcione si alguien no confunde o no finge confundir la obra que se trata de explicar con toda una literatura. A lo largo de estos diez últimos años, mientras Sudamericana, con edición y prólogos de César Aira, reeditaba la porción visible de su obra (Novelas y cuentos, Poemas y Tadeys), Ricardo Strafacce montaba pacientemente una desenfrenada máquina de leer “Osvaldo Lamborghini” en todo, ocupando y desbordando los espacios posibles: la familia, la escuela, la militancia política y sindical, el mundo del trabajo, el barrio obrero, los círculos intelectuales, la bohemia, los bares, la política literaria, el antiprogresismo, el psicoanálisis, los géneros, el mercado editorial, el reviente, los cuartos de hotel, el abandono, las tortuosas políticas de la amistad, el aislamiento, la demencia, el exilio en Barcelona. Lo crucial en la lectura de Strafacce no pasa por la división tradicional entre el hombre y la obra, sino entre el hombre y el autor, separados por esa masa de cosas escritas y publicadas que por comodidad llamamos obra. La obra reordena la cronología, fractura lo que lo tradicionalmente llamamos vida. En principio, Osvaldo Lamborghini… se divide cronológicamente en cuatro partes, pero la linealidad se fragmenta en una densa red de nombres de lugares y trayectorias que pueden recorrerse en múltiples direcciones. En tensión con la cronología, la larga lista de lugares, calles, barrios, ciudades, países, hoteles que componen el índice evoca la lectura de un mapa. Leer una vida es cartografiar intensidades, ir y venir por una red de relaciones, producir tramas. Proliferante, la lectura de Strafacce acerca series, traza itinerarios, conecta cosas dichas y escritas allí donde la prosa de Lamborghini lo corta y tritura todo. La apuesta es por la continuidad del relato, por la invención morosa de contextos que expliquen cómo una palabra que viene viajando de un texto a otro pudo llegar hasta allí, atravesando universos verbales que coexisten. Cada detalle que la biografía subraya queda en el centro de una constelación de materiales detenida por la mirada del crítico: lecturas, versiones, relecturas, voces ajenas, jergas políticas, conversaciones, subrayados de libros, entrevistas, fotos, cartas, testimonios, leyendas urbanas. Todo puede ser leído, hasta la boleta de compra de una lapicera termina en la felicidad de algún hallazgo. El esfuerzo por constelarlo todo, por contextualizar esos restos de lengua destrozada a la deriva por el mar agitado de los discursos de la época, se choca contra El fiord. Porque tratándose de Osvaldo Lamborghini, todo comenzó entre 1966 y 1967 con la escritura de El fiord –esa mutación de la lengua que convirtió al hombre en autor. ¿Pero de dónde vienen las consignas alucinadas, los aullidos y los chirridos de El fiord? ¿De la temprana afición de Lamborghini por las tradiciones nórdicas? ¿De la “prosa cortada” de su hermano Leónidas, que ya había escrito, entre otras cosas, Las patas en las fuentes? ¿Del desencanto producido después de diez años de “hacer política” en ambientes gremiales? ¿Del sentimiento de pérdida por la reciente separación de su esposa Piera Taborelli? Strafacce juega todas sus cartas de crítico. Data materiales, compara fechas, multiplica hipótesis que van de lo filológico a lo ideológico, remueve el suelo de los discursos: el estilo epistolar de la correspondencia de Osvaldo con Piera; una nota humorística que acababan de publicarle en una revista literaria (su primera publicación); la retórica gastada por el uso de la prosa militante; la lectura burlona de Coplas del Che, donde su hermano ensaya con dolor los tonos del compromiso. Nada alcanza para explicar –reconoce Strafacce– la mutación de una escritura que, en unos pocos meses, gira violentamente en una dirección inesperada, internándose en un territorio desconocido. Por supuesto que una escritura surge a partir de determinadas circunstancias, pero pareciera que El fiord, como el Martín Fierro, fue un acontecimiento que no puede reducirse a sus causas históricas. El procedimiento trasciende sus condiciones poniendo en juego la repetición: se trata, señala Strafacce, de “escuchar esas expresiones usuales para incorporarlas a la escritura de una manera nueva”, escuchar para repetir en otro contexto, “para que esa repetición hiciera diferencia. Para que el asombro -la literatura- apareciera solo”, con un “mínimo” de autor. Como repetiría Masotta en sus grupos de estudio, El fiord se había escrito solo, a través de un muchacho peronista que todavía no había leído a Freud ni a Lacan. El fiord fue un texto único, irrepetible, de efectos devastadores. La lengua había escrito algo genial, algo que dejó a Lamborghini literalmente anulado. Después vendría Sebregondi retrocede (1973), donde la escritura tematiza sus propias condiciones, su propio estancamiento, su radical imposibilidad: Lamborghini escribía tan bien que no podía escribir, consumido por un deseo de escritura que aplastaba cualquier realización. “En medio de un escribir nulo todo el tiempo hago literatura… Me es difícil escribir porque ya lo hice, porque ya escribí” –le escribe a César Aira en 1976, en una de las tantas cartas donde la falta de escritura, por esos años, tomaba cuerpo. Lamborghini se releía constantemente, multiplicando proyectos y versiones de borradores inconclusos donde algo que hacía fuerza por salir chocaba contra los juegos de palabras que empujaban en el sentido contrario, hacia el silencio y la descomposición del sentido. Reconstruyendo ese doloroso no escribir, Strafacce arriba a lo que tal vez sea el centro inefable de su relato, la figura en el tapiz. Frases como “Le temo a mi tema” señalan un secreto (¿pero hay un secreto?) que enturbia los juegos de palabras. De pronto, como en “El pibe Barulo”, las rimas se vuelven obscenas y dolorosas. No hay placer del texto: los rodeos musicales son mecanismos que inventa la escritura para no narrar algo impublicable que circula por el reverso de la trama y lucha por salir. Se trata de algo del orden de la sexualidad que asusta incluso al propio biógrafo, algo que viene de la novela familiar, involucra al hermano –destinatario implícito de todos sus textos– y se resiste a ser puesto en palabras. ¿Hay un secreto, un sucio secretito rondando la escena? ¿Un abuso infantil, que toda su última producción en Barcelona elabora? ¿El enigma de la sexualidad? ¿La radical ambigüedad del lenguaje, que siempre está diciendo otra cosa? ¿La certeza creciente del carácter “póstumo” de su literatura, hecha de manuscritos inacabables que sólo la muerte convertiría en una obra? ¿Y si el secreto es que no hubo secreto? Tal vez ése sea el mayor don de Osvaldo Lamborghini, una biografía: mostrar que incluso cuando creemos que la escritura fue demasiado lejos, que el velo se había descorrido y el lenguaje ya no protege, la escritura está velando.

Fermín A. Rodríguez

Osvaldo Lamborghini, una biografía
Ricardo Strafacce
Mansalva, 2009
ISBN: 9789871474059 

No hay comentarios:

Publicar un comentario