jueves, 1 de noviembre de 2012

"Lo dado"

"El cristal de la pecera de acuario" (1999) en "Lo dado"


La tibia luz
azul
titila en la pecera

la tibia luz
titila 
azul
por la pecera
de nuestra era

tibia
la luz
de la pecera
titila 
en nuestra era

en la era 
de la pecera
de acuario

en la era titilante
y tibia


   *
¡Somos 
los entibiados!

los que en la era
de la pecera
nadando 
acariciamos
el cristal
que reproduce
la tibia luz
de nuestras formas
reflejas


Aquí
reflejo 
somos

juntos
en la pecera
estamos

puros reflejos
de la pecera
nadando
solos
nos deslizamos
envueltos 
en su atenuada 
y tibia
luz

luz azulina
no mortecina: 

medida 
retenida

luz contenida
en el vacío artificial 
donde la ínfima materia
repite, contenida
su combustión artificial
                                 (sigue acá)

"Lo Dado"

Fogwill

ISBN: 978-987-9409-09-1

Paradiso ediciones

64 págs




Herederos de una antigua fe


Un siglo después, en los arrabales del sur de América, Fogwill cita casi literalmente en este libro el poema de Mallarmé "Un coup de dés jamais n´abolira le hasard" y escribe: "Ningún golpe de dados elimina el azar: lo crea". Y al hacerlorelee a Mallarmé, con la dicción propia de una voz suburbana. Lo dado es aquello que conforma el darse de los objetos del mundo a la conciencia, aquello que se da a la intuición mediante una experiencia directa del mundo. Pero, asimismo, lo dado son "los dados", pronunciados sin eses: pulidos cubos que se arrojan en el puro espacio de los versos, pero que nombran las voces historizadas de los suburbios -acaso las mismas que reaparecen en el poema final reconociéndose así: "nosotro mismo/ lo mostruito/ vamo a dormir/ sin eses". En ese arco ambiguo, tensado entre cierta gravedad lírica de enorme riqueza conceptual y un irónico uso de la oralidad representada en las voces de personajes que aluden a la Argentina menemista de los años noventa, juega su original apuesta este libro extraordinario.
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La serie de los tres poemas revela una progresiva y expansiva concatenación en sus núcleos temáticos. El primero, "Contra el cristal de la pecera de acuario" -con otro irónico juego de palabras entre la "era de acuario" y la "pecera de un acuario"- parece una relectura poética del relato "Axolotl" de Cortázar, sólo que aquí el sujeto lírico es el que se fusiona con el pez que nada en la pecera. Esos peces, que apenas sospechan un más allá del mundo dado a su conciencia, escuchan la música ideal de la trascendencia en el sonido de las burbujas que se lanzan en la pecera, para quebrar la contingencia de la vida en un ensueño de cristales rotos.
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En el segundo poema, "Lo dado", Fogwill parece releer en Mallarmé una grandiosa estética del fracaso. En él la obra, el poema, como manifestaciones del trabajo humano, no suponen la abolición del azar, sino su despliegue, la alta empresa que la voluntad edifica en el vacío del tiempo mortal. El arte no convierte el azar en necesidad: lo conforma. El juego no transforma el azar en orden: lo confirma. Acaso porque el golpe de dados nunca podría ser lanzado -como quería Mallarmé-, en circunstancias eternas, sino en el seno mismo de la vida: "ella ahí, dándose a las corrientes del azar, respira un olor a plumas que moja la nieve del pasado".
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La vida o la historia: "la historia del arrasar del tiempo". çmbito propicio donde la contingencia de la vida triunfa y se despliega en el "puro decir de la trivialidad" del tercer y último poema: "El antes de los monstruito: acto para voces representadas". El texto abandona el cielo constelado para hundirse en el tiempo reciente y, a contrapelo del deseo mallarmeano, que eludía todo relato, comienza a narrarse en las voces de los nuevos "mostros". Son los herederos de la antigua fe peronista en el tiempo ominoso del menemismo, que dialogan una noche en un recreo junto al río. Como un súbito Ascasubi que en sus personajes articula su justo desprecio, Fogwill pone en juego de nuevo su agudísimo oído para las supersticiones sociales de los argentinos y genera, por ejemplo, un desopilante cuadro de la megalomanía menemista en la Oda que pronuncia uno de los personajes.
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La poesía de Fogwill explora la metafísica de lo concreto, donde la poesía conceptual va deslizándose hacia el sarcasmo, la comicidad, el absurdo y lo narrativo. De ese modo, la trascendencia nunca aparece en el poema como invocación mágica, sino como deseo risible de la conciencia y mera aspiración del trabajo desesperado del arte. Fogwill no sólo dialoga con la poesía joven más reciente -como lo prueban las dedicatorias a Mattoni o Gambarotta- sino también abre caminos nuevos a la tradición poética argentina con un libro excepcional.
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Jorge Monteleone


LA NACION
sección Suplemento Cultura | fecha de publicación 24.10.2001

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