sábado, 3 de noviembre de 2012

"Desechos y humanos"

¿Se acuerda de la época en que existía el humor negro? Estaba buenísimo. Por ejemplo, Jonathan Swift, al que todos conocemos por las adaptaciones benévolas de Los Viajes de Gulliver, escribió Una Modesta Proposición, obra genial que seguro muchos de ustedes conocen. En ese relato, Swift toma el problema de la pobreza infantil y las relaciones sociales en la Irlanda del siglo XVIII y emprende un viaje de ironía admirable aún hoy.
Más aún hoy, debería decir. Porque si Una Modesta Proposición fuese una obra contemporánea, tendría que soportar alguna voz que, acompañada de un dedo acusador calificaría al autor de asesino, amoral, o “instigador a la violencia”. Porque ustedes saben que para los vigilantes de la oscuridad (como dijera Antolín), no hay distancia entre la obra y el autor. Entre la cosa y el nombre.
Es por esto quizás, que la reciente novela de Jorge Montanari* malgasta el primer contacto con el lector (si es que el lector es de los que no leen contratapa ni solapas, en cuyo caso será la segunda o tercera interacción con el libro) en una aclaración que por correcta parece cínica. Advierten (delimitan) la novela a una especie de denuncia sobre la discriminación a través del humor negro.
El autor, a su vez, es llamado a posicionarse como un “acérrimo y activo defensor de la igualdad”. No cabe duda que vivimos en un estado policial de la moral. Tener que explicar que una obra de ficción no es un ensayo sorprende pero no tanto. Lo que se dice es la cosa. No se captan las sutilezas. Así, Lars Von Trier es nazi (su última película Melancholia, que es una genialidad y no dice nada sobre los nazis, sino que habla de la locura femenina, no será estrenada en Argentina por los dichos aquellos). En otro momento, a los que acusaron de nazi a LVT la mayoría se les hubiese reído en la cara. Jajaja, qué ridículos. Ahora no es tan así. Es decir, nos reímos igual, pero sus acciones retrógradas medievales logran quemar alguna bruja.
Desechos y Humanos es una novela actual. Es sobre estos días y es de acción. El protagonista es un hombre (obsesivo) que calcula, arma y ejecuta una relación amorosa con una mujer renga. Lo de amorosa puede ser tomado con pinzas si uno está más cerca de Platón que de Sade en su idea sobre el amor. Digamos que la relación es de suplencia. La renga le ofrece al protagonista la posibilidad de sentirse no-rengo, y he ahí lo que lo atrapa. Le asegura esa completud en el plano imaginario que siente (sabe) que le falta en lo real.
Si bien lo sexual está presente en toda la historia, es lo que queda intercoito, lo que la hace una novela interesante. Imagínense una película porno (dicho sea de paso, formato totalmente ineficaz en la era del streaming) donde los actores, luego de la escena de eyaculación en cámara lenta, discuten sobre cambiar “Dios” por “Nadie” para transformar a La Biblia en un libro científico.
En Desechos y Humanos se ubica lo desechable como resto, como pulpa seca en el exprimidor. Un resto que a su vez mueve al otro a la acción. Se busca ese resto. Algo tiene que quedar (el rencor, la culpa, la herida o el goce, no importa). No son relaciones gratuitas ni con cambio exacto.
Lo Humano, aparece en la posibilidad de volver a formas no veladas de la vida sexual. Digámoslo de otra manera: hoy en día el sexo no es aquel secreto victoriano, está en todos lados. No se provoca desde lo sexual a menos que se incluya lo humano en ello. Porque lo humano sigue siendo horroroso. Lo humano como siniestro.
La provocación del libro no es la de Gaspar Noé filmando una escena de violación en tiempo real. Acá, mucho más inteligente, se habla de lo que una parte del discurso normativo puso en los degenerados de ayer, parafílicos de hoy. Lo anormal de las relaciones sexuales de la novela no involucran tanto las capacidades diferentes como rasgo de goce sexual, sino la idea de poder tener (¡y ostentar!) un control total sobre lo sexual, cosa que se escapa a medida que se intenta.
Pero bueno, la gracia de Desechos y humanos es que maneja todo en un tono humorístico ácido, con grandes momentos de teorización. Ahí está la explicación de por qué la prensa trata mejor a los Pet Shop Boys que a Erasure. O la discusión en torno a la frase “¡Le gustan los Rolling Stones igual que a mí!”, que habla del poder de las coincidencias en la era de la información.
“No es ninguna coincidencia que a dos personas les guste el grupo más mainstream vivo en la Tierra. Ni siquiera te vestís como stona, no tenés tatuada la lengua, tenés una remera de ellos que usás cada dos años. Tenés emepetrés bajados de dos o tres discos de ellos. No sabés el nombre del que se murió en la pileta…Coincidencia es que te gusten The Magnetic Fields y encontrarte otro igual, y que no sea en un festival indie, sino que llegues al peaje escuchando a Merritt y el que te cobra te diga ‘¡Qué grande Magnetic Fields!’ (…) Es como sorprenderte por ser hincha de Boca y encontrarte a otro. Almas gemelas son los hinchas argentinos del Dundee de Escocia si los hay y si se encuentran”.
Por último, se podría decir que es una novela sobre el exceso. Cada oración pareciera ser un estímulo que busca generar algo en el lector. Es un experimento en el que se juega a ver qué pasa si aquél chiste o aquella fantasía se pone en movimiento. ¿Hasta dónde llega? ¿Qué pasa si se sigue hablando de eso, salteándose la represión?
El truco es que el mundo no se acaba, que siempre aparece otra forma de contención. La estructura avanza sobre otro objeto.


"Desechos y humanos"
Jorge Montanari
ISBN:9789871489312
Ediciones Godot

No hay comentarios:

Publicar un comentario